sábado, 4 de diciembre de 2010

Calixto Sánchez




Calixto Sánchez siempre aparece en las reseñas y crónicas como maestro y cantaor. Efectivamente, durante años compaginó su oficio de maestro de escuela (como a él le gusta ser llamado) y cantaor de flamenco. Por lo tanto, ofrece una imagen de artista distinta a la que solemos estar acostumbrados, por algunas razones. En primer lugar, por su formación y, en segundo lugar, por la reflexión que hace del cante y del flamenco en general, que transmite en cursos y jornadas en los que expone sus ideas de cómo ha de ser la interpretación del flamenco y también sobre otras cuestiones cruciales. Su propia ideología cantaora tiene mucho que ver con la forma en la que concibe la interpretación del flamenco.

Por otro lado, ha tenido una parte importante en la difusión del flamenco para los profesores y maestros, siendo un pionero en enseñar el flamenco en las escuelas, no ya en ese experimento que se realizó en 1986 en la entonces llamada Escuela Aneja de Sevilla, con José Luis Navarro, sino, sobre todo, en su propia trayectoria como maestro en el transcurso de la cual llevó el flamenco a sus alumnos de forma directa y sin intermediarios. Convencido como está de que el flamenco puede, y debe, aprenderse y que la formación no solamente no es negativa, sino que es necesaria, Calixto Sánchez puede considerarse el cantaor más comprometido con la didáctica del flamenco y con un flamenco estructurado, en el que el protagonista de la creación es el propio artista y no una suma anónima de contribuyentes.

Esto quiere decir que Calixto defiende que el flamenco es un arte de creación, una música que se construye a partir de miles de influencias pero siempre de la mano del profesional, entendida esta palabra como un concepto que engloba a aquellos que tienen talento y que dedican su tiempo y su tarea a trabajar por el flamenco. No nos engañemos: se trata de una postura difícil de mantener en algunos ambientes y cenáculos flamencos, por lo que en muchos entornos esto le ha supuesto una verdadera complicación a la hora de ser aceptado. Pero Calixto lo ha sabido desde siempre, así que ha arrostrado esta situación con la convicción de sus propias teorías.

Por muchas razones Calixto Sánchez es considerado, no sin cierto tono peyorativo en algunos casos, un academicista del flamenco, un estudioso del mismo, pero yo creo y he pensado siempre que se trata de un verdadero "aficionado" en el sentido más amplio de esta palabra, la de aquella persona que dedica su vida a conocer las profundidades de ese arte, que lo escucha todo y de todo saca conclusiones y aprendizajes, que intenta desentrañar las incógnitas y que puede mostrar ante cualquier auditorio, de forma teórica y práctica el desarrollo histórico del flamenco a través de sus intérpretes y sus estilos. Además, Calixto es un aceptable letrista, autor de muchas de las letras que canta, y, además, ha sabido "poner en flamenco" la poesía de autores de gran relevancia en la poesía española y tener a su lado a otro letrista de excepción, José Luis Rodríguez Ojeda.
Como cantaor, ha sido tachado de frío y de tener poco "pellizco". Rebato totalmente esas afirmaciones. A mi juicio, se trata de la mejor voz del flamenco del último cuarto del siglo XX. Heredero de las tesis cantaoras mairenistas, defensor teórico y práctico de Antonio Mairena, a pesar de que algunas opiniones del maestro de los Alcores no están en consonancia con lo que piensa él mismo, su cante es una perfecta muestra de lo que el flamenco es cuando se convierte en arte, comparable a cualquier estilo musical y con un canon estético y vocal inigualable. Pero esta perfección de forma no quiere decir que esté exenta de emoción, pues el arte sin emoción es simplemente artesanía. Todo lo contrario, escuchar a Calixto Sánchez, tanto en sus interpretaciones de cantes dramáticos, como en aquellos en los que hay ligereza, fiesta, brillantez, genera múltiples sensaciones y evidencias; muchos sentimientos y mucha complicidad entre los públicos, como se demuestra en su número de seguidores, incontables, y en la fidelidad que sus seguidores le dispensan.

Solamente un "pero" a todo esto, un "pero" que siempre he pensado acerca de su carrera artística: tenía que haberse arriesgado más, tenía que haber dejado a un lado su status de funcionario docente, de pensador o de gestor (porque ha llegado a ser Director del Centro Andaluz de Flamenco, con sede en Jerez), para dedicarse a lanzar su carrera más allá de los cenáculos flamencos clásicos. Esto debería haber pasado por marcharse a Madrid durante sus años plenos, algo que, sabemos, es absolutamente necesario si uno quiere convertirse en su superstar. La mejor voz, el mayor conocimiento, unas dotes personales interpretativas nada desdeñables, una forma de llegar a los públicos muy personal, unas cualidades musicales innatas, tenían que haber tenido como correspondencia una carrera artística mucho más planificada, lo que únicamente se consigue cuando se cuenta con profesionales que dirijan esa trayectoria, con productores y músicos que tengan visión del mercado y del futuro. No se trata de hacer cosas comerciales, que Calixto también ha hecho, sino de lanzar una carrera que tenía que haber llegado mucho más alto. ¿Por qué ha sido así? Personalmente pienso que las cosas que han atado a Calixto a su pueblo y su entorno, han dificultado su lanzamiento y es una verdadera lástima, porque estaba llamado a ser el gran artista de finales del siglo XX.